César Rito Salinas
En este butaque se sentó mi abuela, que nunca conocí.
Cuando se vino la familia a vivir a la casa el butaque ya estaba entre los despojos de otro tiempo. Era parte de los recuerdos que guardaba mi madre desde su infancia. A nuestra llegada organizamos los partidos de béisbol en el patio con los nuevos amigos. Nosotros llegamos del puerto pesquero, nuestro equipo favorito era el Yankees de New York.
Mis nuevos amigos eran fanáticos del Tigres del México. Luego de jugar lentos encuentros de béisbol por la tarde iba a casa de mis nuevos amigos. Jugar pelota con ellos me permitió entrar a sus casas.
Allí, un anochecer, encontré sentada a medio patio a una anciana. Tomaba el fresco sentada en su butaque. Me pareció en ese momento que sería bueno tener una abuela que me contara historias de otro tiempo sentada en su butaque. Mi madre siempre se alejó de los recuerdos de su infancia y no sacaba los trastos viejos del cuarto donde los dejó encerrados un día. Allí estaba el butaque de mi abuela.
Un día abrí el cuarto del silencio y entré a recuperar el butaque de mi abuela muerta antes que yo naciera.
Lo barnicé y quedó de nuevo en uso.
Dos o tres clavos.
Lo utilizo para descansar después de jugar los partidos de béisbol en el patio de mi casa. Sentado en este viejo butaque veo pasar a la gente del barrio que anda por la orilla de la carretera, al entrar la noche, rumbo al mercado a comprar cena.
Desde aquí observo a los camiones que pasan veloces en la carretera con sus luces multicolores encendidas, rumbo a la ciudad.
