César Rito Salimas
I
En el mantel desechable ancló un barco.
La quilla abrió paso con su fuerza de mil caballos
los restos de la comida,
los señores de horca y cuchillo aceptaron sin protestas la derrota.
II
Las cadenas del anclaje
germinaron en la superficie limpia
con su canto de herrumbres y costras.
El gran navío sobre la superficie del mantel
como viejo rompeolas en los mares del ártico.
El que mira la embarcación desde la silla del restaurante
espera el momento en que tiren la escalinata
para que desciendan los hombres
con sus armas largas con ropa para el frío
obtenidas en otras cacerías.
Y marchen en ruta tras los osos polares,
las focas y sus crías.
III
Nadie desciende por la escalera de gato atada en la borda.
La escalera hecha de nudos y madera.
IV
Sobre el sarro de proa pasa una mosca que vuela en círculos,
como las evoluciones de un aeroplano.
La mosca resiente el clima artificial del restaurante.
Sobre la cubierta del barco emergente no existe tripulación.
El limpio del mantel se adueña de cables y pañoles.
VI
En el castillo de popa alguien dejó abierta una puerta
que golpea con las rachas de viento fuerte.
El navío está abandonado.
VII
La embarcación emergió de la nada
en medio del mantel que cubre la mesa.
Los tres comensales voltearon
a mirarse entre ellos en espera
de descubrir en el otro el mismo rostro
de sorpresa de quien escucha una noticia extraordinaria
por la radio. Esperaron mirar por la ventana
un gesto aprobatorio que llegara desde la calle repleta de sol.
VIII
El barco aparece en el mantel como el recuerdo
de un padre muerto hace mucho tiempo.
