César Rito Salinas
Al mediodía arde San Martín,
los noticieros informan de un atentado
donde ha muerto una persona.
Interrumpo el informativo para acercarme a la sala
en la hora en que mejor suena
Bill Evans.
El músico drogadicto se confirma como el espacio
donde crece el nuevo héroe.
La sintaxis conspira un poco en la sala de la casa.
Hay ventanas altas, cortinas largas que se arrastran
por el piso.
De pronto siento que escucharé el vuelo
de una mosca.
Hay un mundo que se resiste a morir.
En confianza con las sombras crece la atmósfera
junto al piano,
Lame su pezuña como gato domesticado o perro pekinés.
En el escritorio, a la medianoche,
junto al teléfono, brotan
negras hormigas.
Ella dijo por la mañana se adelantarán las lluvias.
las hormigas dejaron sin hojas
las plantas del patio.
Poco o nada sabemos de la clarividencia,
El futuro nos interesa un rábano
Traemos puesto el interés
sobre la taza de café
caliente.
En la hora de la conversación de sobremesa
recargamos las voces con gestos de fastidio.
Mientras el héroe, Bill Evans,
se esfuerza por levantarse
entre el piano,
el gato y el perro pekinés.
Poco o nada convienen los retratos a los héroes.
La música suena atenta a los animales recostados
en la sala. Las cortinas
apenas advierten
del peligro.
Sabemos que estos son tiempos buenos,
lo dice los noticiarios
y lo dice el gobierno.
Pero nada sabemos
del lenguaje de las cortinas.
Me aparto de la conversación
-hay chismes, intriga, envidias-.
A la manera de Auden puedo decir:
Thr Old Masters: how Will they undertood,
Verso citado por Eagleton
en su How to Read a Poem.
Trascribir contiene al gato y al perro pekinés
que están atentos a la forma de la música de Evans,
que hace subir los tonos desde las afelpadas garras
de los animales hasta
la diáspora de polvo que levanta cae
sobre las cortinas y el piso en la tarde
que bien se puede calificar
como Deadfull (atroz).