César Rito Salinas releer-,
Soy un lector que, con el tiempo, escribe más.
¿A qué se debe esto?
Para dar respuesta a esta pregunta quisiera tomar como apoyo inicial la definición que hiciera Susan Sontag (Estados Unidos 1933-2004) en su libro de ensayos Leer y releer:
“En Primer lugar, porque escribir es ejercer, con especial intensidad y atención, el arte de la lectura. Se escribe a fin de leer lo que se ha escrito, para ver si está bien y, puesto que no lo está nunca, a fin de reescribirlo -una, dos, las veces necesarias para que pueda ser algo que sea tolerable-. Se es el primer, acaso el más severo, lector propio”.
El pensamiento de Susan, sus palabras brillan más que la luz del sol.
La mañana pasa entre informativos de radio y calores.
Para no extraviarme con el flujo de informaciones, acudo a la lectura.
Tengo claro que vivimos tiempos de violencia y campaña política.
Si pero ¿por qué leo en tiempos electorales?
Para encontrar paz.
Con esto quiero decir: disfrutar de la casa, el espacio en el que vivo, la mesa en la que escribo, la silla en la que me siento.
Donde recibo la luz que llega del patio, del silencioso ventanal que me acompaña durante la jornada, del olor de frutas y verduras que, ansioso por mis tardanzas, me apuran desde la cocina.
Para estar vivo leo.
Para aguzar los sentidos y mantener el registro de formas, colores, sonidos, aromas.
Para tener el tiempo de paladear el aire cargado de palabras respiro.
La frase de Susan me deja ante dos escenarios: uno, adentro de calma y sombra, y, dos, afuera cargado de sol y violencia, campañas electorales.
Entiendo, que se esta forma se hace la vida (elegir es renunciar, dijo el latino) o que habito la pugna.
El enfrentamiento entre bandos irreconciliables.
Vuelvo a las letras.
Susan retoma el concepto de Ibsen:
“Escribir es someterse al juicio de uno mismo”.
Y aquel mundo irreconciliable al que antes hacía mención se armoniza, se convierte en el espacio grato.
De las campañas y lo grato
En verdad no existen estudios sobre el por qué se eligieron las fechas que conocemos para el periodo de campaña y el día de la jornada electoral.
Aclaro, que no estoy a favor del Gran Elector, el abstencionismo.
Pero encuentro que a la fecha no he leído por qué las autoridades electorales eligieron los días de mayor calor sobre el país para iniciar las campañas políticas en busca del voto.
Sobre este tema me hago preguntas.
¿Quizá porque el electorado habita en malos condiciones y desea escuchar promesas de cambio?
La oferta política se maneja por binomios.
Encuentro en la selección que llevó a tomar estos días del año algo tramposo.
Toda elección trae dudas sobre el resultado, ¿por qué eligieron la fecha de los calores para las campañas?
Con los días del calor la gente huye de casa, acude a los mítines donde regalan un lápiz, un bolígrafo, un morral.
Una gorra que los protege del sol.
Sé que los partidos políticos se asesoran por un ejército de compañías que diseñan la plantilla de colores partidistas, el Pantone y el tipo de letra de la campaña.
Agregado a esto, recuerdo que mucho se habló en otros años de que las compañías de las redes sociales vendían los perfiles de los usuarios, los ciudadanos.
Con esta información los asesores del marketing elaboran productos, tiran a lo seguro.
Escucho en la radio que algunos espacios en redes digitales ya brindan asesoría a los candidatos, donde recomiendan salir, hacer campaña por tierra, dejar de subir el reel en las redes.
Al mediodía paso del café al té de manzanilla.
En el reproductor se escucha la voz de Rubén Blades -me sé negado por la memoria musical, cuando escribo la música no me lleva a perder la atención.
“Es difícil imaginar la escritura sin la relectura”, dice Susan.
Tengo preferencia por el trabajo de las ensayistas, sea del país que fueran, encuentro que gozan de lo preciso, lo justo en la exposición de las ideas.
Encuentro también que los señores son más petulantes, pagados de sí mismos, que se van por las ramas en nombre de un estilo de lenguaje expositivo.
Soy lector, descifrador de grafías que corren frente a mis ojos como huellas de gaviotas en la playa.
Cuando desespero, cuando no me encuentro, leo.
¿Dónde irá la calma perdida, quién se la roba?
Leo, releo atento a los detalles.
Las intenciones.
¿Con qué se lee?
Con el rabillo del ojo, atento siempre atento.
En la lectura nuestro campo visual se reduce al espacio que ocuoan dos palabras, nadie lee la página completa ni la línea del párrafo.
Hay tonos, intenciones, registros ocultos bajo los renglones, colores.
Se escribe por restas.
En la relectura, cuando se corrige lo ya escrito .
El trabajo ajeno y el propio.
Y acá encuentro el elemento que le hace falta a los políticos y a sus campañas, el que ocultan cuando buscan los los resultados electorales.
Todo lo hacen para consumirse la primera mano.
O piden que se reciba sin prestar mucha atención a lo que dicen y proponen.
Porque saben que sus palabras no aguantan una revisión.
Y ocurre que el ciudadano tiene preguntas en la campaña:
¿De dónde? ¿de parte de quién la camionetita del candidato?
¿De dónde los gallardetes, pasacalles, espectaculares que inundan la ciudad?
¿De dónde, de parte de quién los especialistas de la campaña?
¿Quién paga todo eso?
¿De dónde el templete y el micrófono, el carrito que día tras día anuncia los spots en la calle?
Las campañas deberían ser con días de recogimiento y paz.
Para escucharnos.
Pensar el voto alejarnos del ruido.
De las imágenes chillonas.
Acompañados de lecturas.
El té de manzanilla me lleva a ser puntual, concreto:
Arde el patio de calores.
Con este tiempo uno debiera estar en la playa o -ya de perdido- en el arroyo.
Sontag dice:
“Y aunque esto, la reescritura -la lectura-, parece un esfuerzo, en realidad es la parte más placentera de la escritura. A veces la única placentera”.
Sigamos pues la recomendación de Susan, habitemos el tiempo electoral cargados del placer de la lectura.