Rodrigo Islas Brito
Una de las mejores partes de la primera manifestación contra la gentrificación en Oaxaca que se dio el pasado sábado y que hoy tiene a cuatro personas en la cárcel, fue esta:
Una boda de gentiles ricachones foráneos asistentes a una boda carisima en el majestuoso y dorado templo de Santo Domingo, vestidos elegantemente y con modales aún más distinguidos, se vieron impedidos para disfrutar de su fastuosa calenda por el andandor turístico.
En lugar de eso se vieron bloqueados en sus ganas de echar fiesta por una bola de locales resentidos y resentidas, en su mayoría veinteañeros o hasta menos, que los recibieron con pancartas del tipo Oaxaca no es alfombra y Viva la autonomía de los pueblos.
¿Cuales pueblos?, preguntaron… ¿esos de donde viene mi nana adorada?… ¿Gentrificación?… ¿Pero de que se quejan si eso viene desde la Conquista?…
Prudentes en su decisión de no confrontar a ese populo que tarde que temprano terminará por prepararles los tragos o moverles la panza por un peso, dieron media vuelta y salieron por un extremo de las jardineras del emblemático monumento eclesiástico.
Se fueron tan apurados en su huida por no bailar la zandunga con la chusma, que dejaron detrás, en plena frontera de clase, a dos de sus integrantes, una pareja que llegó tarde al casorio, vestida de lino, con cara de estar a punto de celebrar sus bodas de oro.
Con el nerviosismo, la señora dio un mal paso y se le torció el tacón. Ninguna de sus finas y encumbradas amistades estuvo ahí para ayudarla. ¡Abrase visto semejante falta de solidaridad de su emperifollado gremio!
