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sábado, julio 27, 2024

El gusto religioso del que bebe

Reportajes

César Rito Salinas

Me encanta el infierno, se me hace tarde para llegar a él.
En los grupos de apoyo de Alcohólicos Anónimos se asegura que el hombre toma porque le gusta tomar, no hay más. Nada de una infancia violentada, inenarrable, oscura (del pene pequeño o el temor a pescar la gonorrea); de un presente secuestrado o de un futuro imposible. Entre los asistentes a los grupos de apoyo doble A, existe una pregunta y una respuesta: ¿quién comprende al borracho?
La respuesta es lógica, en esa lógica violenta de quien arriesga la propia vida en su gusto: “Otro borracho”.
En la banqueta hay un perro amarillo echado como una luna gorda sobre el arroyo.

  • Hoy sí abrimos –dijo ella tras la barra del local, el brillo de la luna estaba sobre sus labios.
    ¿Los perros en la playa oscurecida parirán el número suficiente de crías que vengan a lamer estos recuerdos? Siempre hay un comienzo, no lo busques. Para alcanzar estilo en la escritura, para sostener la mirada frente a la mujer tendrás que aplastarte sobre tu ignorancia. Sólo el que ignora todo, o una parte de lo que ocurre a su alrededor -una hoja, una nube, la sonrisa de la mujer amada- puede imaginar algún suceso.
    La ignorancia es la madre de todas las imaginaciones. El que ignora a los escritores y a los que aplauden puede alcanzar a escucharse y contar con una mínima oportunidad para escribir.
    La gota de agua se entrega a la luz de la luna.
    El vientre redondo de la gota de agua crece en segundos sobre el marco de la ventana. La gota preñada siempre dice adiós, adiós. El marco de la ventana le otorga una distancia, la bendice con la imagen en el recuerdo.
    La añoranza hace ver a la gota de agua que viene de tan lejos, desde tus mejillas, tus caderas. Desde las profundidades vegetales, marinas. Tu axila. La gota de agua redonda ya no se desplaza, suspendida en su redondez, tiembla. Yo la miro montado en tu espalda. La gota de agua nos ignora, sólo espera rodar y dedicarse a sus asuntos lejos de tu cuerpo y mi mirada. La gota de agua en la ventana espera el silencio de nuestros cuerpos, que se vaya la luz o se termine el mundo, que caiga y reviente entre tus labios.
    El viaje me deja junto a un libro de cuentos.
    ¿Qué puedo hacer para esquivar el Destino?
    La exactitud carga con sus dos pesadas piernas por todas partes, todo el tiempo.
    Lo diré en términos de producción animal, resulta un pesado elefante que cuida milimétricamente el sitio de su tránsito; un elefante que emerge de las aguas, que trepa por una cuesta fangosa con una frágil y preciada carga a cuestas. Ustedes primero habrán de cuestionar, ¿existen los elefantes de carga que anden sobre dos patas?
    La respuesta es positiva, sí. Ustedes pueden pasar a observar los elefantes con montura que andan en dos patas sobre el tapete azul y amarillo del circo.
    En alguna parte de la escritura de las hojas está el origen de las cosas.
    En este puente falleció mi abuelo un día domingo, andaba ebrio, eran las lluvias, el terreno estaba fangoso, oscurecía en la cuesta de la loma, el abuelo resbaló y se precipitó de cabeza, eran las fiestas de agosto, veo su sangre en el barro, su cara vuelta al cielo, su rostro que trata de entender lo sucedido, eran las fiestas de la virgen Asunción de María, el abuelo perdió la vida por no estar junto a un árbol para estirar el brazo, sostenerse, los vecinos fueron a informar a casa, mi madre era muy joven, sólo atinó a invocar a la virgen.
    Hay recuerdos que nunca nos dejan porque nunca los vivimos y son más nuestros que lo vivido. Las palabras que dice la gente y llegan a nosotros en la infancia crean imágenes que pasan por recuerdos de hechos vividos.
    Escucho las hojas grandes del árbol de mango agitarse con la brisa. La imagen que observo es de hace muchos años, yo no había nacido, así lo interpreto por el modelo del camión que atraviesa el puente, la ropa de la mujer que camina, el río de grandes aguas, la mirada de mi abuelo que busca inútilmente el cielo.
    La chamana gusta salir al patio, sentarse a fumar cigarro de hoja, beber cerveza tibia.
    Será necesario pisar el refajo de la luna para saber el secreto del agua que se derrama
    bajo tierra.
    Vuelven los gatos a entrar por la puerta, como el sol. Como las moscas, como el aire de la tarde que agita la tela de tu vestido. Hay algo de fragmento, de imagen recortada en la memoria que entra a casa y se instala en el sillón como un invitado. El gato camina entre tus piernas, hay algo eléctrico en sus ojos.
    El gato caja de alimento junta las patas delanteras entre tus pies, alza la mirada y contempla al mundo como cuando se recuesta en el marco de la ventana. Entra el sol por la puerta, tú caminas para espantar las moscas; el gato y yo vemos desde la sombra la claridad de la luz que entra por la puerta, que pasa entre tus piernas y el vestido.
    En la televisión del autobús ponen la vida de un cómico abusado por su buena suerte.
    No me mientas, etc.
    En mi cabeza mora una golondrina.
    Me despides en la terminal con tres bendiciones.
    Para el camino, para el sueño, para encontrar amigos.
    Nunca mientas, etc.
    Constantemente reviso que el bulto de la cartera esté en su sitio sobre la nalga derecha. ¿Qué puede ser más indiscreto que un hombre mayor se palpa la nalga constantemente? El autobús avanza como un velero.
    Etcétera, etcétera
    Cuesta trabajo escribir etcétera.
    Salí de casa con las suficientes palabras en la bolsa.
    Huidobro lo dijo:
    El poeta no es poeta, es Dios.
    Confundo el orden de las palabras.
    Luego corrijo con flechas.
    Etcétera, etcétera.
    Pongo el cinturón de seguridad
    al reproductor de música.
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