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sábado, octubre 5, 2024

Tabaco de María Sabina

Reportajes

César Rito Salinas

El sol se alarga, se hace plano sobre la vía rápida.
Pasa la carretera, pasa la vía rápida, arribamos a la ciudad; pasan los cerros, con sus grandes piedras, pasa la imagen.
Los fragmentos se violentan bajo el sol, pero nadie lo percibe en la cabina del auto.
El tabaco de María Sabina
canción de los jodidos.
La velocidad no se hace en las patas de los caballos,
sale del pecho del silencio.
Escucha como vuelan los recuerdos en la montaña.
La escritura busca su caja, su apronte.
La noche levanta fantasmas, canto.
El que escribe canta, busca en tu pecho.
Todo viene prestado, pura función ancilar.
Alguien grita tu nombre entre los cerros que cuelgan de las azoteas. Tu nombre participa en el programa de radio que escucha atento el conductor del camión. La narración responde por tu nombre.
En la hora del aguacero la narración lleva tus siglas. Mambo. los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (señito), vivir manso junto al humo de la leña que los mantendrá firmes, la resolana es sabia para reconciliarse con el pasado, el puesto ambulante es el mejor sitio para prolongar la vida, calentar la palma de las manos sobre el rojo y el amarillo de la brasa fortifica los huesos que reciben todo el cansancio de los pies; prolonga la vida y agradece la mano que llega a socorrerte con el pocillo del café; prepara tu alma para su progreso, debería el hombre hacer la guerra por estas causas que alimentan la muerte tranquila. Yo habito el signo contrario, el insano juicio, tengo mala cabeza decía mi madre, me niego a todo esto, soy conflicto sin reconciliación, pena en brama: mambo que vuela y busca el silencio.
Los hombres deben hacer la guerra para conseguir un puesto de pollos rostizados en la esquina, hacer comercio los fines de semana, saludar a las clientas por su nombre (bonita), vivir manso junto a la leña que arde mientras el hollín se eleva lleno de convencimiento y alegrías.
Canta, a ver qué pasa.
Pasa el perro con su cola alegre.
Pasa el grillo, carga su olvido.
Pasa la flor cuando se abre.
Pasa el gusano.
Todo sirve, todo se entra en tu canto.

El campanario repleto de aguacero llama por tu nombre.
Hierve el pescado en el aceite.
El ojo enrojecido del anafre nos mira a todos, 20: 00 horas. La noche se echa entre las hojas del almendro. Un foco de 100 watts alumbra la habitación sin repellar.
La sábana blanca es la puerta tras la que se ocultan las miradas. Sobre la tela se extienden osos de peluche y pelotas azules. La luna se encierra en las ollas de barro para que no le piquen los zancudos. Los muchachos juegan básquet en la calle mientras un hombre les habla de Cristo. ¿Qué hacer para salir de esta calle?
Esta la noche del puerto sin marineros. La luz mercurial llama a las hormigas con alas. Las palabras de la religión son la única salida de esta calle larga cargada de ojos y lenguas. En el patio oscurecido se escucha la música del velorio. La carretera existe en el rugido del freno de motor. Admisión, Compresión expansión y escape.
Cuatro tiempos de la máquina.
La escritura crece con el ladrido de los perros. La escritura viene a buscarme a esta banqueta. Arde la noche de quincena en Lomas de Galindo. El olor del pescado frito se expande entre el recuerdo del almendro que cabecea cargado de frutos y sueño. El olor de la tinta se extiende en la libreta, surge secreto como el olor del seno blanco de una adolescente.

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