César Rito Salinas
Esta mujer habita los colores entre personajes de sueños, seres prehistóricos, cantantes enanos; y arlequines. Armada con su pipa de marinero sin sueño, la bolsita para el tabaco, maldice su destino que la obliga a registrar mi alma. Por las calles del barrio la podrá usted ver, lleva los cabellos al aire y su mirada busca colores, todas esas formas que porto en mi espalda a plena luz del día.
Un sonido de arroyo se desliza tras la puerta. Agua que cae en el agua. Sonido que me alcanza y me levanta. Golpear de olas, rumor de arrecife. Olas sobre lajas, espuma que subsiste. Playa abierta para mi navío. Bastedad de mar, agua que me arrastra hasta tu cuarto de baño.
La tarde se rompe en diminutas flores de limonero cuando esta mujer se aleja. Su ausencia vierte ácido sobre mi persona. No me resigno a dejarla partir. La busco en la parada del autobús, en los parques, en las galerías de arte contemporáneo. Perro sin dueño soy en su ausencia. Así mis horas hasta el otro día que asiste a socorrerme con sus besos.
Mi cuerpo navega en un encrespado mar. No se observa la línea de la costa ni faro alguno. Mis brazos se rinden a la violencia de las olas. La corriente marina guía mi existencia. El mismo mar que me sumerge me hace recordar a la mujer que amo, una cama, un plato de caldo caliente de res, los amigos. Retorno a mis esfuerzos. Percibo el golpeteo del agua sobre el casco de un barco pesquero.